En los años previos a la Revolución Industrial la humanidad existía en un número relativamente pequeño de individuos y con un nivel tecnológico limitado. Cualquier perturbación ambiental causada por los seres humanos era local y generalmente absorbida por la misma naturaleza.
En los últimos dos siglos se han producido cuatro hechos que han originado problemas ambientales que están superando la capacidad de la naturaleza para absorberlos:
Primero, un crecimiento extraordinario de la población que ha generado enormes presiones sobre los recursos ambientales.
Segundo, este crecimiento, en particular en los países desarrollados, ha estado acompañado de procesos industriales que con sus residuos alteran el medio ambiente.
Tercero, el crecimiento poblacional y la industrialización han dado origen a la urbanización, el movimiento de personas que emigran de pequeños asentamientos a ciudades y pueblos, lo cual contribuye a intensificar los problemas ambientales en función de la densidad de personas e industrias.
Por último, el crecimiento explosivo del uso de la energía y la oferta permanente de nuevos productos, en particular desde la Segunda Guerra Mundial, han acentuado más aún la tensión ambiental.
Estos acontecimientos han tenido un impacto negativo y altamente perjudicial en ciertas áreas del ambiente físico. El éxito económico y los elevados niveles de vida en los centros urbanos de las naciones desarrolladas se lograron a través de un elevado consumo de recursos naturales como agua, madera, depósitos minerales, suministro de energía, suelos y subsuelos.
La humanidad, que había adquirido poderes para dominar y explotar la Tierra no se muestra capaz de controlar el tamaño de su propia población, ni de administrar los recursos limitados del planeta de manera sensata y sostenible.
Numerosos científicos, economistas e intelectuales están presentando panoramas desoladores, aunque verosímiles, de desastres ambientales basados en la proyección de las tendencias dominantes en el crecimiento de la población, en el consumo y descuido de los recursos no renovables, y en su consecuente contaminación y polución.
Los remedios propuestos destacan la necesidad de controlar la población, limitar el Crecimiento Económico y depender más de recursos renovables para la obtención de energía y materias primas. La conciencia de la protección de la naturaleza comienza a gestarse con el objetivo de proteger determinados recursos naturales contra los estragos del abuso del desarrollo.
Es así, que a fines de la década del 60 y a principios de los 70 del siglo XX, las comunidades organizadas comenzaron a unirse y a producir una serie de convenios y tratados, que apuntan a consolidar el acuerdo internacional del cuidado del ambiente. Ese es el objetivo.